jueves, 30 de septiembre de 2010

Que útil sería que mediante un mecanismo adecuado, fuese posible dejar ver nuestro alter ego, nuestro otro yo. En consecuencia los pensamientos de cada quien quedarían a merced de todas personas o de todo público, para qué los analizaran, los enjuiciaran, en fin, descubiertos para su valoración. Según mi humilde opinión, este mecanismo nos muestra la verdadera esencia y naturaleza de nuestra personalidad. Pincela en el lienzo oculto de nuestros niveles de conciencia interna, nuestros verdaderos afectos y desafectos, encuentros y desencuentros, nuestras verdaderas impresiones, juicios, valoraciones, calificaciones y descalificaciones, sentimientos y apatías, bondades y ruindades, inclinaciones, bonhomías y maldades, en muy pocas palabras, desnudan crudamente nuestra reacción inicial y a veces hasta definitiva de lo que vemos, oímos, de todo aquello que percibimos por nuestros sentidos, por nuestra inteligencia y por nuestra razón. Es el primer acto reactivo frente a nuestra cotidiana o extraordinaria realidad. De alguna manera, esto representa algo así como la extraña historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Infortunada pero ciertamente la vida de muchos individuos que no son íntegros ni auténticos, discurre dentro de los límites de aquella, con iguales categorías en las cuales vive “el doctor Merengue” un personaje caricaturesco en el que se mostraba su alter ego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario